Córdoba, viernes 22 de noviembre de 2024

Dos galanes de telenovelas con final de «Viejo Smoking» (VIDEO)

POR EMILIA ORTEGA.- Enamoraron a divas en los sets de cine y televisión, y a televidentes que suspiraban frente a las pantallas. Ayer las luces del éxito encandilaban todo lo que les pasaba cerca. Hoy la realidad los golpea y es inevitable hacer un contraste de momentos de una misma vida, como lo escribió Celedonio Flores y lo cantó Carlos Gardel en el tango «Viejo Smoking». Repasemos la letra:
Campaneá cómo el cotorro va quedando despoblado
Todo el lujo es la catrera, compadreando sin colchón
Y mirá este pobre mozo cómo ha perdido el estado
Amargado, pobre y flaco como perro de botón
Poco a poco, todo ha ido de cabeza pal empeño
Se dio juego de pileta y hubo que echarse a nadar
Solo vos te vas salvando, porque pa’ mi sos un sueño
Del que quiera Dios que nunca me vengan a despertar
Viejo smoking de los tiempos
En que yo también tallaba
Cuánta papusa garaba
En tus solapas lloró
Solapas que con su brillo
Parece que encandilaban
Y que donde iba sentaban
Mi fama de gigoló
Yo no siento la tristeza de saberme derrotado
Y no me amarga el recuerdo de mi pasado esplendor
No me arrepiento del vento ni los años que he tirado
Pero lloro al verme solo, sin amigos, sin amor
Sin una mano que venga a llevarme una parada
Sin una mujer que alegre el resto de mí vivir
Vas a ver que un día de estos te voy a poner de almohada
Y, tirao en la catrera, me voy a dejar morir
Viejo smoking, cuántas veces
La milonguera más papa
El brillo de tu solapa
De estuque y carmín manchó
Y en mis desplantes de guapo
Cuántos llantos te mojaron
Cuántos taitas envidiaron
Mi fama de gigoló
En los últimos días hubo dos noticias que van de la mano y describen el tránsito difícil en la recta final de la vida de dos célebres galanes de telenovela de allá lejos y hace tiempo: Jorge Martínez y Pablo Alarcón.
Ambas noticias tristes: la primera, de aquel hombre que conquistó el corazón de grandes divas del mundo a fines de los 70´s y comienzos de los 80´s, teniendo que pedir asilo en la Casa del Teatro porque ya no tiene dónde vivir. Hablamos de Martínez.
El otro, quien generaba los suspiros de Leonor Benedetto en Rosa de Lejos, aquella novela que explotaba el rating del viejo ATC, a fines de los 70´s, vive de lo que recauda haciendo teatro a la gorra en la coqueta Plaza Francia, en el porteño barrio de Recoleta. Se trata de Alarcón.
Como dice el inolvidable tango de Celedonio Flores, pasaron de «la milonguera más papa» a «yo no siento la tristeza de saberme derrotado», en especial Alarcón, quien se expone frente a un auditorio-transeúnte. «Vivo en un departamento chico con dos perros y de pronto me llega el gas: ¡17 lucas!». Digno y valiente para encarar la mala racha y con la necesidad de sobrevivir, no se sonroja por actuar en una plaza, como un joven principiante que hace sus primeras armas. Es el mismo hombre que quedó viudo muy joven, de manera dramática, cuando en un accidente de tránsito perdió la vida su compañera, la actriz Mónica Jouvet, que años más tarde se casó con otra actriz: Claribel Medina, y tras divorciarse de ella tuvo un romance con Lucía Galán del dúo Pimpinella.
¿Se acuerdan del «León vendiendo Durax» de Jorge Martínez? Cuando el mundo de los bazares se revolucionaba con la salida a la venta de juegos de vajillas que no se veían muy finos, pero sí tenían una singular transparencia, color ámbar, primero, y color jade, más tarde, y la virtud de que, si se caían al piso, probablemente no se rompían, de allí es eslogan: «Durax, toda la vida». Un joven modelo y actor que interpretaba a un seductor vendedor de vajilla bajo la atenta mirada de un jefe que desconfiaba de su método comercial, aun siendo exitoso. Martínez era modelo y venía del deporte, destacándose en el tenis, siendo parte de un equipo argentino que participó en la Copa Davis allá por 1967.
Ese mismo galán, fachero y seductor, más allá de sus matrimonios, tuvo dos romances de altísimo impacto: la diva mexicana Verónica Castro y nada menos que la italiana Raffaela Carrá. Amores tan luminosos como pasajeros, como la luz de un fósforo. En los últimos días dijo que no es cierto que está enfermo y pobre, pero es cierto que nadie recibe asilo en la Casa del Teatro si no se trata de la última instancia antes de dormir en el banco de una plaza.

«No me arrepiento del vento ni los años que he tirado, pero lloro al verme solo, sin amigos, sin amor», reza el mismo tango, como si hubiese sido escrito para historias como las de Alarcón y Martínez de estos días.

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